En muchas ocasiones he podido establecer relaciones de amistad con los propietarios de las edificaciones que he diseñado y construido. Yo diría que esta es otra de las bondades de mi profesión. La satisfacción de terminar una obra y mantener el contacto personal es gratificante.
Cuando recibo un encargo para diseñar y construir un proyecto como por ejemplo, una vivienda, mi primer objetivo es ganarme la confianza de sus propietarios. Seré el encargado de crear el espacio al que llamarán “hogar” y la responsabilidad es máxima. Los sueños y emociones de unas personas están en juego y por ello, mi grado de respeto y vinculación con el proyecto es máximo. Del mismo modo sucede cuando el proyecto se basa en la construcción de un espacio de trabajo, como puede ser unas nuevas oficinas. Muchas personas habitarán ahí una media de cuarenta horas semanales, por lo que es un reto y a su vez, una obligación para mí, lograr que se sientan a gusto en su lugar de trabajo.
Los cimientos que sustentan mis relaciones con los clientes son sólidos y duraderos porque se basan en un sentimiento de confianza mutua. El cliente debe poder expresar su opinión, hablar, contarme sus sentimientos con respecto a su casa, sus vivencias, sus costumbres y sus hábitos de vida. Del mismo modo, yo como arquitecto debo proponer, sugerir y mostrar sutilmente; pero nunca imponer, ordenar o ser inflexible. Creo firmemente que el propietario debe participar activamente en el proceso de creación. Entonces, el proyecto se ajustará totalmente a sus necesidades y nuestro camino juntos, será sinónimo de éxito, pues la fluidez en el trato y la amabilidad permiten crear una relación personal más allá de la profesional.
Cuando se inicia la obra, las llamadas y contactos son frecuentes. En ocasiones, las reuniones se llevan a cabo fuera del ámbito laboral, lo que permite una comunicación y sintonía más directa entre cliente y arquitecto. Me enorgullece darme cuenta que a lo largo de mis tres décadas de experiencia profesional he conseguido establecer y mantener en el tiempo una buena relación con la gran mayoría de mis clientes. Cuando vuelvo la mirada atrás y recuerdo los proyectos que he dirigido, me viene a la mente la palabra amistad, así como el interés mutuo por las buenas noticias familiares y por los éxitos profesionales.